Ese espacio íntimo para la
reflexión,
para conservar la memoria de
quienes han partido,
aquellos hermanos y hermanas de
nuestra comunidad,
ha desaparecido para siempre, ya
no existe más.
La capilla conmemorativa de los
difuntos,
esa, pensada en donde reposarían
los restos
que con amor habrían pensado en
donde con respeto
las generaciones venideras
realizarían un tributo;
esa se ha perdido para siempre.
Ahí donde yo habría pensado superar
los tiempos,
en donde mi nombre sería el
recuerdo de quienes,
con pasión, creían en poder
acudir para honrar la obra,
a orar por el descanso eterno en
compañía del Señor,
y de quienes están en Su gracia,
gozando de la eternidad,
se ha desvanecido por la mano desatinada
del hombre.
Otros, ajenos, han aprovechado la
ocasión y con dignidad,
conmemoran a los que se nos han
adelantado en el camino;
en estos días de traer al
presente los recuerdos,
les rinden tributo, les hacen
presentes en la memoria;
una memoria que estamos
acostumbrados a borrar de nuestra memoria;
para hacer valer un presente de
dispendio materialista.
Pero nuestro recuerdo está con
aquéllos que se han ido,
independiente del espacio que se
les habría consagrado,
nuestra memoria está con ellos,
sin que represente vivir en el pasado,
estará siempre con ellos a pesar
de la frugalidad de los tiempos
a pesar de la sandez de los necios,
a pesar de los tiempos.
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